divendres, 9 de març del 2012

Sin que sirva de precedente

Sin que sirva de precedente me dirijo a la audiencia en castellano. Quiero decir un par de cosas a esa caterva de inadaptados lingüísticos que han decidido vomitar su odio y sus complejos de inferioridad en forma de ataques legales a una cultura herida de muerte como la catalana. Hablo a ese batiburrillo de militantes del PP y de Ciudadanos, a esos conversos a demócratas, defensores por la mañana de las más vergonzosas interpretaciones de la Constitución del 78, y del nazi propietario de la librería Europa por la tarde.

Me dirijo a vosotros con la autoridad moral que me otorga el haber sobrevivido al intento de genocidio cultural que perpetró la gente de vuestra calaña durante trescientos años. Mis padres, burgueses de Barcelona, obligados a salir por patas de la ciudad en el triste verano del 36 a causa de los desmanes y paseos de una chusma que no hablaba precisamente catalán, decidieron hablar a sus hijos en castellano. La tragedia de la guerra civil, la prudencia del que tuvo que sobrevivir escondido tres años, o la cólera de las familias que solo pudieran volver a casa abriéndose paso a tiros contra sus compatriotas supongo que fueron razones suficientes para renegar de la transmisión del idioma familiar a sus vástagos. No me escondo de ello hipócritamente como hace la mayoría, con mis hermanos sigo hablando castellano, con mi esposa también porque hemos seguido la norma no escrita en esta tierra de seguirnos hablando en el idioma en el que nos enamoramos, algo que no deja de tener su parte de romanticismo.

Como veis, casi me tuvisteis, esta vez fue de un pelo y casi lo conseguís. Castellano en casa, dos canales de televisión en castellano, todas mis lecturas infantiles y juveniles en castellano, sesión de tarde y el cine en castellano, escuela privada en catalán –porque mis padres podían haberse cabreado con Companys, pero ocho apellidos catalanes al fin y al cabo pesan- pero un analfabeto en mi idioma hasta los catorce años. Casi, casi, ganasteis. Pero mis padres seguían hablándose en catalán, mi abuela y mi tía se dirigían a mi en la lengua de Fabra, en el patio jugábamos en catalán, el catalán estaba presente en el vecindario, en la panadería, en el colmado, en mis vacaciones, y en las conversaciones de mis padres con sus familiares y amigos. Siempre presente, porque os explico algo que me parece que se os ha escapado: el idioma de Cataluña es el catalán, y punto.

Yo no puedo odiar el castellano. Muchos amigos y muchos lectores de este blog lo hacen, cierto. Lo entiendo. Mi primer suegro explicaba que a los catorce años unos falangistas le habían corrido a ostias de la Plaza Cataluña a Colón por el mero hecho de dirigirse en catalán al cobrador del tranvía. Había perdido la guerra, además de un hermano en la batalla del Ebro defendiendo la República (Española, por cierto), que quede claro. Mi padre jamás tuvo problemas por hablar catalán en Bolsa, en el Ecuestre o en Liceo, a ver si os enteráis… había ganado la jodida guerra y los falangistas de medio pelo, los funcionarios del estado y los nuevos ricos producto del estraperlo le comían el nabo en la lengua de Cervantes o en la de Segarra, a discreción del usuario, con tal de que se dignara a dirigirles la palabra. Resulta curioso que él que me habló en castellano siempre, por otro lado considerase esta lengua como propia de paletas, chachas y funcionarios de hacienda, en el fondo no se si cabrearme.

Os decía que no puedo sentir animadversión al castellano –a vosotros os la tengo toda, no os pongáis palotes-. ¿Cómo puedo enfadarme con la lengua de Jardiel Poncela después de haberme partido el culo con “La tournée de Dios”? ¿Ofenderme con el idioma de monstruos literarios como Espronceda o Valle Inclán? ¿Tirar a la basura por motivos lingüísticos mi despertar a la poesía del siglo de oro a través del anticatalán de tendencias genocidas que fue Francisco de Quevedo? Afortunadamente, los únicos que confundís la velocidad con el tocino sois vosotros, e intuyo que vuestras lecturas apuntan más en la dirección de cernícalos con César Vidal o terroristas arrepentidos como Pío Moa.

A mi entender, Juan Marsé y Eduardo Mendoza constituyen un monumento en vida a la literatura universal y a contracorriente del sentimiento pequeño y provinciano de quienes les consideran traidores a la patria, la obra de estos señores me parece espectacular. ¿Sabéis quienes están consiguiendo que los catalanes abjuren del patrimonio cultural que significan siglos de contacto con el castellano? ¿Lo sabéis verdad? Gentuza miserable, traidora, desagradecida, rencorosa, mentirosa y ruin como vosotros. Cobardes que blandís vuestros hijos como si fuesen puñales con los que asesinar la cultura que os dio una oportunidad en esta tierra. Ratas que vinisteis a colonizarnos tratando de sustituirnos al compás del peso estadístico de trescientos millones de latinoamericanos –que no os hacen puto caso- y de una España irredenta y desleal hacia la Cataluña que inocentemente pensó que la democracia surtiría efecto y ablandaría su monolingüe corazón de solterona.

Os equivocáis. Y esta vez seremos muchos esperándoos en la esquina. Porque o cambiáis el discurso, o la independencia de Cataluña llevará la semilla del odio por la lengua. Y vosotros seréis los responsables y ya no habrá quien os defienda, por zafios y manipuladores, decidid de una vez si el trato que debe recibir el castellano en la República Catalana lo queréis discutir en el Parlament o en la Direcció General de Seguretat. Porque seremos independientes y lo sabéis, y por eso estáis preparando desde ya el conflicto civil, otra vez, separando unos catalanes de otros que esa es vuestra especialidad, armando ideológicamente la Kale Borroka futura de los descamisados del toro de Osborne y de la Roja.

Pero esta vez nos encontraréis a todos en la calle, juntos como un solo pueblo que somos, los unos y los otros, no lo dudéis ni un puñetero segundo de vuestras asquerosas existencias, claro está… sin que sirva de precedente.

7 comentaris:

  1. Es pot dir mes alt peró ,no mes clar !!,malgrat tot "ells" van a pinyó fixe !!

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  2. Nuestros padres fueron pragmaticos es cierto, pero es que a Franco le quedaba mucha cuerda... adaptarse o morir... no fueron los unicos... pero el Tintin se leia en frances... y las clases de Ingles desde la tuerna infancia... que pragmatico no quiere decir gilipollas.
    Por cierto Hostias creo que con hache es mas correcto...
    Cuando me jubile (dentro de poco) me voy a apuntar a catalan... porque lo hablo y leo creo que bien... pero lo escribo fatal... mierda de acentos!... (si alguien lee esto que sepa que no pongo los acentos en castellano a posta)... una venganza anglosajona... lol
    Por cierto en el texto queda de puta madre pero no me consta que nuestro progenitor pegara un solo tiro en la guerra civil... algun hermano suyo (tio nuestro) quizas si.
    Si de algo sirve este excelente post es que por enesima vez hay que recordar que Catalunya sin el catalan NO EXISTE. (i encara es viu!)
    ADB

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  3. Bravo, sublim! El fet que no puguis odiar en castellà, com tampoc puc jo, és la prova que per mal que ens facin encara sabem discernir les coses bones i les dolentes. Les llengües no haurien de perjudicar mai a ningú, perquè són pura riquesa.

    No hi ha res com trobar un bon bloc a la xarxa per alegrar-te el dia! El seguiré a partir d'ara.

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  4. Estimado Savalls:
    No sé si mi aportación servirá de algo, pero quiero que sepas que soy lector tuyo desde hace ya algún tiempo (digamos que di con tu página por casualidad). Yo soy castellano parlante y ni siquiera vivo en Cataluña, pero me gustaría que supieras que yo no odio la lengua catalana, más bien todo lo contrario. No se si la meva intervenciò pot ajudar a que dos pobles com son el català i el castellà s'entenguin algù dia, pero amb el meu pobre català que parlo espero que poguim arribar a un acord per conviure. Seguiré llegint-te, amic Savalls. Fins aviat

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  5. Benvolgut anònim,
    Gràcies per seguir el bloc. L'odi fa mal a tothom, caldrà molt de compromís per reconstruir ponts un cop la situació política esclati. T'hi espero.

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